La cosecha de las uvas, que darán origen a los vinos D’Alamel, se realiza cada año entre febrero y mayo, lo que corresponde al término del verano y la estación de otoño en el hemisferio sur. Se cosechan con el máximo cuidado y durante la madrugada, buscando mantener al máximo la integridad de los racimos y mantenerlas a bajas temperaturas. Esto permite también ahorros energéticos en el proceso.
Un estricto control de calidad es clave para el mejor resultado final. Para seleccionar la uva a la llegada de la bodega, contamos con un sistema de alta tecnología: el sistema de selección óptica de última generación Vistalys, que realiza la labor a la perfección.
Así separamos cualquier residuo vegetal o cualquier grano de uva que no cumpla con los parámetros de calidad que buscamos.
Luego las uvas se almacenan en estanques de acero inoxidable, donde pasan por una suave maceración a baja temperatura que permite extraer estructura, aromas y color.
La fermentación alcohólica se realiza con temperatura controlada. Al finalizar esta, se transfiere el vino joven a tanques de guarda de acero inoxidable y un porcentaje menor realiza la crianza en barricas de roble francés de segundo y tercer uso. Con eso, se da prioridad a la expresión frutal en el vino, acompañado por un componente sutil de madera.